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El ser humano en la era de las redes
Vivimos un temblor “epocal”, un tiempo donde el río del cambio va a sumergir muchas de las viejas y confiables rutas. La gente está conectada a pantallas todo el tiempo y esto está cambiando la forma en que pensamos.
En el siglo XIX la mayor amenaza fue la neumonía. Mucha industrialización y urbanización, muy rápido. En el siglo XX el cáncer. Lo plástico y artificial cambió nuestra base genética y trajo dicha plaga. Mucha ciencia muy rápido. Lo que marca nuestra era es la insanía, la enfermedad espiritual.
Y esto no es solo individual. La política, lo militar, la economía, la educación, la cultura y la medicina se ven afectadas. Nos atrofian con tanta información, celulares, paquetes de datos que producen ruptura y el mapa de ruta que traíamos nos lleva a la catástrofe. Lo que importa son los instintos. Esto lo dice Cooper Ramo, en El séptimo sentido, sobre la era de las redes. ¿Dónde queda el individuo dentro de todo esto?
Comienza el choque entre los países y las plataformas digitales. Facebook, Google o Uber ya se parecen a países si miramos sus poblaciones. Europa es el continente más reactivo y coloca la regulación por delante de la innovación. Viene a mucha distancia en la carrera que ganan Estados Unidos y Asia. Facebook posee una población mayor a China y las plataformas se benefician con el conocido “efecto de red” donde a mayor cantidad de usuarios más atractivas se vuelven, con el consiguiente riesgo de generar nuevos monopolios.
¿Deberían las regulaciones darnos la opción de loguearnos a las redes con nuestro ID de ciudadano en lugar de la identidad digital que nos proveen las plataformas? Éste es un debate que empieza a existir debido a los riesgos por el poder que han alcanzado. ¿Y si nos garantizaran que podemos mover libremente nuestros contenidos de una plataforma a otra y así recuperar el control de la información? Google ha sido pionero con su iniciativa Data Liberation, que brinda las herramientas para migrar la información en el caso de cambiar de servicio.
La paradoja es tal que nos hemos alejado de nuestros amigos y familiares cuando estamos con ellos y nos refugiamos en los celulares, y nos hemos acercado a ellos cuando estamos lejos porque sabemos al instante en qué andan. Lo mejor es dejar los prejuicios de lado, saber que todo puede cambiar y que es bueno que así sea. Cuando se rompen los puentes es el momento de dejar que la intuición nos ayude a descubrir aquello que fluye, porque muchas veces, a los emprendedores nos dice más el estómago que la cabeza y, generalmente, ése es el camino que no falla.
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La vida, digital
En apenas una década, buena parte de la humanidad mudó su vida a un dispositivo que cabe en su bolsillo y que tiene más potencia comunicacional que la computadora que solía tener en su escritorio en los ‘90.
¿Comprar un pasaje de avión? ¿El regalo del Día de los Enamorados que omitimos adquirir a tiempo? ¿Conseguir el décimo jugador que falta para completar un partido de fútbol cinco? ¿Evaluar durante un buen rato el vestido que compraremos para la fiesta del sábado? ¿Obtener un descuento en alguno de los negocios que se ubica en la cuadra donde estamos parados? ¿Seguir las indicaciones del GPS para llegar a destino con el auto? ¿Evaluar cómo anda nuestro ritmo cardiaco luego de una buena sesión de running?
Cada vez son más las actividades, cotidianas o estratégicas, que desarrollamos mirando una pantallita. Y basta analizar cualquiera de ellas para tomar una idea de la dimensión del cambio que experimentamos en estos últimos años.
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Esto modifica usos, costumbres y códigos. Luego de una compra en MercadoLibre, tanto vendedor como comprador se puntúan mutuamente, para avisar a otros potenciales compradores o vendedores si se trata de gente confiable. Del mismo modo, se puede indicar en Booking cómo lo pasó uno en el hotel en el que acaba de alojarse, cómo fue la experiencia de alojamiento en Airbnb o qué tan amable era el chofer (o el pasajero) que nos llevó como parte de un servicio Uber.
No se trata sólo de llenar formularios de satisfacción del cliente que irán a engrosar una pila y que nadie jamás leerá: es información útil que, big data e inteligencia mediante, queda inmediatamente disponible para todos los usuarios. Esta potencia informativa cobra mayor relevancia cuanto más sensible es el espacio virtual de intercambio: en Tinder, la red social para encontrar citas en el área de influencia parece imprescindible saber quién será la contraparte y qué antecedentes tiene.
Hasta aparecieron ciertas reglas de comportamiento online que llevan el nombre genérico de netiqueta, término viene del original francés netiquette, “etiqueta en la red”. Algunos poquísimos ejemplos (cada red desarrolló su propio “código de convivencia” no escrito, aspectos que no están reglados pero lo que los usuarios respetan): las mayúsculas son consideradas de mala educación (es como si quien las escribe estuviera gritando), lo mismo que no mencionar en Twitter un usuario del que se está hablando o mencionar un famoso sólo para intentar alguna respuesta.
La digitalización de la vida dio lugar a nuevos fenómenos como phantom pocket-vibration syndrome (la sensación falsa de que el celular vibra en el bolsillo) o el fear of missing out (FOMO, miedo a quedarse desconectado y perderse de algo).
¿Acaso habrá algún aspecto de la vida que quede afuera de esta transformación? Si para muestra basta un botón, aquí tenemos uno que parecería indicar que no: “En los primeros tiempos de la Iglesia, los Apóstoles y sus discípulos llevaron la Buena Noticia de Jesús al mundo grecorromano. Así como entonces la evangelización, para dar fruto, tuvo necesidad de una atenta comprensión de la cultura y de las costumbres de aquellos pueblos paganos, con el fin de tocar su mente y su corazón, así también ahora el anuncio de Cristo en el mundo de las nuevas tecnologías requiere conocerlas en profundidad para usarlas después de manera adecuada”, se lee en una conferencia brindada en la UCA en abril de 2013 y titulada Nueva evangelización, nuevas tecnologías: la evangelización en la era digital. “Seremos los misioneros de la Cultura Digital, en el Continente Digital, para los nacidos y los inmigrantes digitales”, agrega.
Si te gustó hasta acá no te pierdas la segunda parte. En un mundo donde la tecnología en la nube vino para quedarse es importarte pensar el impacto de esta revolución digital en las personas.
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