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Los límites entre ocio y trabajo
“De casa al trabajo y del trabajo a casa”. La consigna, acuñada por Juan Domingo Perón, secretario de Trabajo y Previsión del gobierno militar en 1943 y posteriormente presidente de Argentina, carece de validez en esta nueva época: la diferencia entre la vida laboral y la personal entra en un terreno gris.
Un ejemplo: una persona está en un asado familiar un domingo. Revisa sus mensajes para ver si la tía que falta avisó por qué está demorada y, a cambio, se encuentra con uno de su jefe: “No te olvides de que necesito que me compartas el contacto del cliente nuevo cuanto antes”. El contacto está a un toque de pantalla de distancia, más un toque para compartirlo con el jefe: apenas tres o cuatro segundos y la tarea está resuelta. ¿Cuántos pueden evitar la tentación de resolverlo y “sacárselo de encima”? ¡Son sólo tres segundos!
El jefe, por su parte, estaría en su propio encuentro familiar cuando se acordó de este pendiente y, antes de volver a olvidarlo, consumió también tres o cuatro segundos en enviar el mensaje. El problema radica en que durante el día de descanso uno puede recibir, tal vez, decenas de mensajes, con lo que la sumatoria de segundos terminan armando prácticamente una jornada laboral.
Un ejemplo en contrario: en medio de la jornada laboral, una amiga sube a Facebook un post imperdible. ¿Cuánto puede tomar entrar en la página, darle un like y seguir trabajando? Una vez más, el problema radica en que cientos de contactos pueden producir miles de piezas de contenido en un solo día. Y dar respuesta a todo eso es un trabajo en sí mismo.
Estudios de productividad hablan de la importancia de la concentración y del foco para generar ideas únicas, algo que diferencia al homo sapiens e indican que una interrupción lleva 20, 30 y hasta 40 minutos para retomar la mente el estado de creación en el que estaba. Esto quiere decir que esa medición del bajo impacto de “solo tres segundos para resolverlo” es falsa y sus costos reales son mucho mayores.
El equilibrio entre la vida personal y la laboral es uno de los grandes desafíos de la vida digital. Implica uno de los aspectos de la transformación digital de las personas. Las nuevas generaciones lo toman con naturalidad: según un informe de la consultora especializada en recursos humanos IntegraGo, entre las características que buscan los millenials a la hora de elegir dónde trabajar destacan “la libertad de acceso a las redes sociales, a dispositivos tecnológicos propios, la flexibilidad horaria y un balance adecuado entre la vida profesional y la personal”.
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Efímero e instantáneo
En su evolución, las redes se vuelven cada vez más visuales y más instantáneas. La cantidad de videos vistos en Facebook por día pasó de 1.000 millones a 8.000 millones en apenas un año (entre 2014 y 2015). Al mismo tiempo, irrumpió Snapchat (rápidamente copiado por Instagram): un espacio para contar historias en vivo que se desvanecen apenas 24 horas después. Aquí no importan los likes ni los seguidores, aunque promete un altísimo nivel de viralidad (lo que en el fondo muchos de los usuarios de estos espacios buscan en realidad). Todo es efímero. Todo es presente. Sus usuarios viven el aquí y el ahora: son adolescentes, independientemente de su edad. En esta red, cuyo éxito radica según los expertos en que logró combinar comunicaciones personales, transmisión generada por el usuario y contenido profesional en una única app.
“El papel principal de la red pasa a ser el de herramienta diseñada para una comunicación más parecida a una conversación en un bar, no a una ante notario”, define Enrique Dans. “Durante muchas generaciones, nuestros recuerdos estaban destinados a vivir únicamente en nuestra memoria y en las de las personas que estaban con nosotros cuando tuvieron lugar, o incluso a ser ‘de segunda mano’, en los cerebros de aquellos a los que se lo habíamos contado, que los habían vivido – de otra manera, obviamente – a través de nuestra experiencia”. Según el experto, con el concepto impuesto por Snapchat “la generación más joven se encontró más cómoda prescindiendo del “notario digital” que la red representaba, y decidieron utilizarla simplemente como un canal más para conversaciones efímeras”.
Por lo pronto, ya se notan diferencias en la manera de utilizar las redes sociales entre los millenials y la generación Z:
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Mejora en la vida de las personas
Uno de los principales beneficios de la era digital, de las redes sociales y de la inteligencia artificial es que habilita una rápida innovación que lleva a mejoras notorias en la calidad de vida, en especial de poblaciones históricamente relegadas.
Matan Berkowitz, cofundador de Shift, una compañía que trabaja con startups para buscar un impacto positivo a través de la innovación, fue uno de los organizadores de DisCoTech, el primer hackatón –evento en el que personas de diferentes disciplinas se reúnen para crear en conjunto soluciones tecnológicas sobre un tema específico- con el objetivo de producir herramientas para músicos con necesidades especiales. Fueron cuatro equipos de trabajo. El primero desarrolló una interfaz que traduce el movimiento de los ojos de Ofer, un músico parapléjico, en notas musicales. El segundo diseñó un pedal, basado en un algoritmo de inteligencia artificial, para que Ray, un pianista ciego y autista que tiene funcionalidad completa en su mano derecha pero que sólo puede utilizar un dedo de la izquierda logre completar la paleta de notas con un conjunto reducido de movimientos. El tercero hizo que la silla de ruedas de Liron, que quedó hemipléjico tras un accidente de esquí, incluyera una suerte de estudio portable, con guitarra, armónica y micrófono, lo que lo convierte en “una banda de una sola persona”, según la definición de Berkowitz. El cuarto apuntó hacia las necesidades de Kineret, una cantante que nació con una sola mano. Le generaron un brazo prostático con una impresora 3D y así pudo tocar la guitarra por primera vez en su vida. “Estas tecnologías pueden hacer mucho más que profesionalizar a músicos o entusiastas del tema, son capaces de mejorar la vida de las personas con discapacidad y hacer que la música sea accesible para todos”, dijo Berkowit.
Hugh Herr, especializado en extremidades biónicas y prótesis robóticas inspiradas en la naturaleza, da un paso más allá: “La electromecánica unida al cuerpo e implantada dentro de éste empieza a cerrar la brecha entre discapacidad y capacidad, entre limitación y potencial”, dice. No se trata de un simple teórico: sus propias piernas son biónicas. En 1982 sus dos piernas fueron amputadas luego de que se le congelaran durante un accidente de escalada de montaña. “Rápidamente me di cuenta de que la parte artificial de mi cuerpo era maleable, capaz de adoptar cualquier forma, cualquier función, una pizarra en blanco a través de la cual crear, tal vez, estructuras que podrían ir más allá de la capacidad biológica”, agrega. Durante una charla TEDx dada en Vancouver, Canadá, aseguró que “pies estrechos como cuñas me permitieron subir por entre fisuras de la roca escarpada donde el pie humano no puede penetrar y otros con puntas fueron esenciales para ascender por muros de hielo vertical sin experimentar la fatiga muscular de la pierna”.
Los precedentes son sólo algunos ejemplos: las posibilidades son incontables. De alguna manera estaremos reproduciendo lo que ya pasó en la naturaleza cuando, por ejemplo, las ovejas debieron adaptarse a los pastos cortos de la Patagonia al que, con su mandíbula pequeña podían acceder y comer con más facilidad que las vacas, de mandíbulas más grandes.
La tecnología digital y con ella la nube nos aportan nuevas posibilidades para pensar nuestros límites humanos.
Les compartimos un E-Book sobre cómo afrontar la disrupción digital, con un poco de ideas para el hoy pero sobre todo, el impacto de la tecnología en el futuro de nuestro trabajo:
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