La transformación digital

Apunta a identificar el impacto de las nuevas tecnologías en el individuo, la empresa y en la economía global.meriti_cloud_transformacion_digital

Un mundo VICAH

Internet modifica nuestras vidas, sin lugar a dudas. Más de la mitad de la humanidad está conectada (en 2015 alcanzó al 51%, 3.500 millones de personas, Facebook quiere llegar  a 5 mil millones de usuarios para el 2030). El resto camina hacia allí de manera inexorable. En pocas décadas, la humanidad transitó sin escalas de la incomunicación total y el analfabetismo hacia la hiperconexión.

Vivimos en un mundo VICAH (volátil, incierto, complejo, ambiguo e hiperconectado), que viene de la jerga militar de la época de la guerra fría (VUCA en inglés, sin el “hiperconectado”, que es más reciente).

Las nuevas herramientas, al igual que sus predecesoras, no son intrínsecamente buenas ni malas. Depende de su buen o mal uso que aporten verdaderamente a una mejor calidad de vida, a más productividad, a una mayor competitividad. Tenemos la oportunidad única de apropiarnos de estas enormes posibilidades tecnológicas para lograr una vida más libre y saludable, de progreso, de realización personal.

 

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El impacto en el individuo, un nuevo mundo

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Una persona se saca una foto con un mar turquesa de fondo y la cuelga en una red social para que sus amigos (y aquellos que no lo son) se alegren o envidien su suerte. Un radiólogo envía la radiografía que acaba de tomarle a un paciente directamente a su médico. Un usuario, desde su teléfono celular, habilita el registro de en qué posición está para que le lleguen avisos de las promociones de los negocios que tiene a su alrededor. Un transeúnte filma por casualidad un atentado terrorista y, pocas horas después, su video es viral en YouTube.

Vivimos un temblor “epocal”, un tiempo donde el río del cambio va a sumergir muchas de las viejas y confiables rutas. La gente está conectada a pantallas todo el tiempo y esto está cambiando la forma en que pensamos. En el siglo XIX la mayor amenaza fue la neumonía. Mucha industrialización y urbanización, muy rápido. En el siglo XX el cáncer. Lo plástico y artificial cambió nuestra base genética y trajo dicha plaga. Mucha ciencia muy rápido. Lo que marca nuestra era es la insanía, la enfermedad espiritual. Y esto no es solo individual. La política, lo militar, la economía, la educación, la cultura y la medicina se ven afectadas. Nos atrofian con tanta información, celulares, paquetes de datos que producen ruptura y el mapa de ruta que traíamos nos lleva a la catástrofe. Lo que importa son los instintos. Esto lo dice Cooper Ramo, en El séptimo sentido, sobre la era de las redes. ¿Dónde queda el individuo dentro de todo esto?

Comienza el choque entre los países y las plataformas digitales. Facebook, Google o Uber ya se parecen a países si miramos sus poblaciones. Europa es el continente más reactivo y coloca la regulación por delante de la innovación. Viene a mucha distancia en la carrera que ganan Estados Unidos y Asia. Facebook posee una población mayor a China y las plataformas se benefician con el conocido “efecto de red” donde a mayor cantidad de usuarios más atractivas se vuelven, con el consiguiente riesgo de generar nuevos monopolios.

 

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¿Deberían las regulaciones darnos la opción de loguearnos a las redes con nuestro ID de ciudadano en lugar de la identidad digital que nos proveen las plataformas? Éste es un debate que empieza a existir debido a los riesgos por el poder que han alcanzado. ¿Y si nos garantizaran que podemos mover libremente nuestros contenidos de una plataforma a otra y así recuperar el control de la información? Google ha sido pionero con su iniciativa Data Liberation, que brinda las herramientas para migrar la información en el caso de cambiar de servicio.

La paradoja es tal que nos hemos alejado de nuestros amigos y familiares cuando estamos con ellos y nos refugiamos en los celulares, y nos hemos acercado a ellos cuando estamos lejos porque sabemos al instante en qué andan. Lo mejor es dejar los prejuicios de lado, saber que todo puede cambiar y que es bueno que así sea. Cuando se rompen los puentes es el momento de dejar que la intuición nos ayude a descubrir aquello que fluye, porque muchas veces, a los emprendedores nos dice más el estómago que la cabeza y, generalmente, ése es el camino que no falla.

Este contexto modifica usos, costumbres y códigos. Luego de una compra en MercadoLibre, tanto vendedor como comprador se puntúan mutuamente, para avisar a otros potenciales compradores o vendedores si se trata de gente confiable. Del mismo modo, se puede indicar en Booking cómo lo pasó uno en el hotel en el que acaba de alojarse, cómo fue la experiencia de alojamiento en Airbnb o qué tan amable era el chofer (o el pasajero) que nos llevó como parte de un servicio Uber. No se trata sólo de llenar formularios de satisfacción del cliente que irán a engrosar una pila y que nadie jamás leerá: es información útil que, big data e inteligencia mediante, queda inmediatamente disponible para todos los usuarios. Esta potencia informativa cobra mayor relevancia cuanto más sensible es el espacio virtual de intercambio: en Tinder, la red social para encontrar citas en el área de influencia parece imprescindible saber quién será la contraparte y qué antecedentes tiene.

 

El mundo está sobrecargado de datos

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La tendencia es creciente: cada vez hay más dispositivos conectados, desde cámaras de video de seguridad instaladas por los municipios y edificios hasta relojes y anteojos inteligentes.

Los ejemplos se multiplican:

  • Las industrias capturan los movimientos de materiales y trabajadores en las fábricas para analizar esas imágenes con propósitos de prevención de accidentes. Esta técnica, que se conoce como video analytics, recién comienza a utilizarse y promete gran impacto.

 

  • Las personas utilizan potentes sensores para registrar el tiempo que duermen (y la calidad del sueño), están sentadas o paradas, los pasos que caminan y la frecuencia cardíaca cuando hacen ejercicio aeróbico.

  • Automóviles que se manejan solos y generan cuatro terabytes de datos por día.

  • Heladeras capaces de hacer el pedido al supermercado sin que intervenga ningún humano.

  • Conductores que realimentan los navegadores celulares (GPS) con novedades de accidentes o calles con alto tráfico. En este sentido, la compañía Waze, de origen israelí y adquirida por Google, captura información sobre estado del tránsito, accidentes, calles cortadas u horas de congestión, saca conclusiones y ofrece recomendaciones para evitar trastornos.

  • Un avión genera 20 terabytes de información por motor por hora. Por lo tanto, un solo vuelo de seis horas entre Nueva York y Los Ángeles en un Boeing 737 bimotor -el modelo utilizado por muchos transportistas en esta ruta- produce 240 terabytes. En un día cualquiera, alrededor de 30.000 vuelos comerciales surcan el cielo en los Estados Unidos...
 Así podríamos seguir durante varias páginas. En cada uno de estos casos se produce y se pone a disposición una incontable cantidad de datos. Y eso no es todo. En cada minuto que pasa se suben a Youtube cuatrocientas horas de videos. En apenas unas horas, se sube a diario a internet tanto material como el que almacenan las grandes bibliotecas en sus anaqueles (de hecho, se calcula, según datos publicados por Daniel Tubau en El guión del siglo XXI, que la gigantesca colección impresa Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos alberga información equivalente a unos 10 terabytes, es decir, cinco discos rígidos externos que se consiguen en un AppleStore a unos 100 dólares cada uno). Todo esto nos empieza a hacer tomar conciencia de por qué se habla del mundo del big data.

Es que la diferencia está en saber qué hacer con toda esta maraña: porque estamos ahogados de datos, pero sedientos de información, que es lo que nos permite tomar decisiones y desarrollar el conocimiento que, bien direccionado, nos puede llevar a un estado de sabiduría. Vivimos una etapa de transformación: nos encaminamos hacia la economía digital o colaborativa. Es imprescindible, entonces, encontrar el camino.

 

La transformación en el trabajo

Ya nada es como era hasta hace apenas algunos años. El antiguo paradigma de ordenar, archivar y buscar información está roto. Para destacarse en el mercado laboral no alcanza con ser muy bueno en una profesión u oficio: además de contar con las habilidades propias de la tarea, es necesario saber buscar información. Todo está en la punta de los dedos. Lo importante es saber hallarlo. En este escenario, el individualismo tampoco parece tener un gran futuro: la colaboración juega hoy un rol esencial a la hora de alcanzar objetivos. Se trabaja en equipos distribuidos físicamente de manera local, regional y hasta global, atravesados incluso por distintos husos horarios. Las tareas se realizan de forma sincrónica o asincrónica (al mismo tiempo o en distintos momentos) sobre distintos dispositivos fijos y móviles, como computadoras de escritorio, notebooks,  tabletas y teléfonos inteligentes. Se requiere una conexión con socios externos y el marco laboral va mucho más allá de las paredes de la compañía. La “organización ampliada” habla de una red o  “redarquía” (más que “jerarquía”), que congrega a empleados, clientes, proveedores y asesores... un conjunto que recibe la acertada denominación de “ecosistema” de trabajo. Nos comunicamos con personas y con cosas: todo se conecta con todo.

meriti_nube_mundoDe hecho, el trabajo en equipo y cómo llevarlo a cabo cada vez de mejor manera y más fácil es una arista fundamental de este nuevo modelo.

Esta aspiración se choca con una realidad:  las herramientas que usamos, muchas de las que se siguen usando hoy día fueron pensadas, diseñadas y desarrolladas en un contexto completamente distinto: son, literalmente, del siglo pasado. La mayoría data, desde el punto de vista conceptual, de la década del ’80. Por aquellos años el mundo también asistía a una revolución que dejaría huellas indelebles y que al día de hoy genera un impacto inercial sobre estos nuevos tiempos: la computación personal. 

El trabajo en la PC era mayormente de creación individual.

Los esquemas productivos instalados durante la Revolución Industrial (actividades en serie con horarios estrictos, vestimentas formales, lugares físicos únicos y dispositivos y herramientas limitados en sus capacidades) se modifican de forma feroz, revolucionaria y esto es llamado disrupción digital.

Porque ocio y negocio comienzan a convivir y se realimentan permanentemente. Se eliminaron las barreras entre ambos.

Las nuevas herramientas, al igual que sus predecesoras, no son intrínsecamente buenas ni malas. Depende de su buen o mal uso que aporten verdaderamente a una mejor calidad de vida, a más productividad, a una mayor competitividad. Tenemos la oportunidad única de apropiarnos de estas enormes posibilidades tecnológicas para lograr una vida más libre y saludable, de progreso, de realización personal.

Los trabajadores del siglo XXI se desempeñan donde quieren, cuando quieren, como quieren y, eventualmente, con quien quieren. Es una era sin límites, en la que podemos comunicar la palabra escrita, la voz y la imagen en forma totalmente integrada. Son tiempos de trabajo en equipo, de acceso inmediato a la información, de creatividad compartida.

Vivimos rodeados de amenazas que encubren grandes oportunidades. Tal vez, como ya ocurrió muchas veces en la historia, una vez que atravesemos los miedos y desanudemos nuestra habitual resistencia al cambio, podamos descubrir un nuevo mundo.

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La base de la innovación (del procesamiento): la Nube

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Toda esta gran cantidad de datos de los que venimos hablando está en la nube: conjuntos de servidores alojados en instalaciones (data centers) que se ubican físicamente en distintos lugares del mundo y que son mantenidos y sincronizados entre sí por empresas especializadas en el tema, como Google o Amazon. 

La computación en la nube es, por lo tanto, la base de estas innovaciones y la plataforma sobre la que se sustenta la transformación digital de nuestra forma de vivir y trabajar. A partir de internet como tecnología esencial, como autopista para que todo esto fuera posible, cloud computing permite trazar los puentes para conectar no sólo personas, sino también dispositivos y objetos, con lo que se conoce como internet de las cosas (IoT, Internet of Things) o internet de todo (IoE, Internet of Everything).

Esto, a su vez, produjo la mencionada proliferación de datos, nunca vista en la historia, que sólo puede ser aprovechado mediante estrategias de big data, Específicamente ¿para qué sirven estas herramientas? 

Permiten analizar miles de millones de datos en lo que dura un pestañeo y obtener, de esa fuente inacabable, información valiosa para poder seguir innovando y que aparezcan nuevos servicios y aplicaciones sorprendentes ajustadas exactamente a las necesidades de cada consumidor o trabajador. La nube ayuda que sea posible. 

Como tercer paradigma de la tecnología informática en la historia de la humanidad (luego de los grandes computadoras o mainframes y de la computación personal que inauguró la PC), la computación en la nube nos ofrece la posibilidad casi ilimitada de alojar información (en los mencionados centros de datos) y nos libera de la carga de mantener actualizado el equipamiento físico (hardware), administrar el proceso, las actualizaciones de los programas (software) y el resguardo del contenido (backup), actividad que, salvo que uno se dedique específicamente a eso, quita tiempo y energía que distrae de las tareas que realmente importan. En el plano de los negocios: para realizar estas tareas había que asignar recursos humanos y dinero para adquirir equipamiento, a costos significativamente mayores por su baja escala, en especial en el universo de las pymes.
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Remontándonos en el tiempo, este paradigma vive un proceso similar al ocurrido cuando las compañías generaban su propia energía eléctrica hasta que surgieron organizaciones especializadas en el tema, con la masa crítica de clientes y la capacidad de ofrecer un servicio de alta disponibilidad, de mayor calidad y a menor precio. Foco y economía de escala.

En este caso, desde la aparición de la PC las empresas sumaron a su foco de negocios una tarea paralela: la de administrar su información (y, al mismo tiempo, los equipos que la procesan y la almacenan). Así, tanto el comercio minorista (retail) como la proveedora de servicios, tanto la inmobiliaria como la institución de salud, se vieron ante la responsabilidad de actualizar sistemas, mantener hardware y software, realizar copias de seguridad de los datos, mantener una alta disponibilidad de la red… Actividades que no podrían estar más lejos de su objetivo de negocios, de su core business.

 

¿Es hora ya de dejar todo esto en manos de especialistas? Así como ya casi no quedan organizaciones dedicadas a generar su propia energía eléctrica, en un futuro cercano sonará hasta sorprendente que las empresas en una época debieron ocuparse de su infraestructura informática.

 

La perspectiva de la dialéctica de Hegel parte de la idea de que la evolución se produce a través de un proceso de tesis – antítesis – síntesis, donde un concepto (tesis) se enfrenta a su opuesto (antítesis) y, como resultado del conflicto, se llega a un tercer estadio (síntesis). Según esta mirada, esta última se encuentra más cargada de verdad que las dos opuestas anteriores. Si empleamos esto para analizar la computación en la nube, detectamos que en este entorno se dispone de los mejor de los dos mundos anteriores:

- La potencia de la era del procesamiento centralizado (mainframes o grandes computadoras).

- El poder del procesamiento distribuido y la interfase gráfica en el escritorio de trabajo (cliente – servidor, PC).

 

El complemento: la Movilidad

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Como la nube nos permite almacenar información de forma casi ilimitada, representa también el momento de liberarnos de horarios, lugares físicos y herramientas de la era industrial, para que cada uno comience a trabajar desde donde quiere, cuando quiere, en cualquier dispositivo fijo (PC o notebook) o móvil (tableta o teléfono inteligente) y con las soluciones que mejor se adaptan a su tarea.

El complemento de la computación en la nube es la movilidad. Asistimos a una proliferación de smartphones (o teléfonos inteligentes), de tablets y de los equipos más variados. Ya no es necesario que Mahoma vaya a la montaña, ya que ahora puede acceder desde donde esté y en el momento preciso en que sienta la necesidad de escalarla.

 

Equipo: el trabajo colaborativo

La computación en la nube y la movilidad, además, confluyen en la colaboración en línea (online collaboration), que se produce cuando un equipo se desempeña en conjunto, habitualmente en simultáneo (trabajo sincrónico), pero también en momentos distintos  (trabajo asincrónico) y sobre los mismos documentos, con total independencia de dónde esté ubicado cada uno de sus miembros y en qué equipo se desempeñe.

Hoy prácticamente nada puede ser realizado de forma individual. Los equipos son los que llevan adelante las iniciativas o los proyectos. En una dinámica acelerada, este es el entorno ideal para el trabajo en equipo. El trabajo colaborativo en la nube constituye la nueva forma de potenciar los talentos de las personas. Es como el vino, siempre se logra uno mejor si se produce un vino de corte o blend, lo que neutraliza las debilidades y potencia las fortalezas de cada varietal.

 

Lo nuevo: la inteligencia artificial (IA)

Pero esto no termina aquí: entramos aceleradamente en el mundo de la inteligencia artificial (IA) o machine learning. Ya no nos sorprende que el celular nos avisa que debemos salir para la siguiente reunión porque en el trayecto se produjo un inesperado accidente. Ni que, al recibir un email, nos sugiere tres respuestas posibles para ayudar a aumentar la productividad, nos indique el mejor momento para agendar una reunión entre un grupo, analizando la disponibilidad de todos, nos señale los archivos que más probablemente queramos utilizar o nos muestre formas de analizar una hoja de cálculo según su contenido. Tampoco, que componga una foto a partir de varias, eligiendo la mejor sonrisa de cada una o nos proponga compartirla con quienes aparecen en ella. Mientras tanto, nos enteramos de que las computadoras le ganan partidas no sólo al campeón mundial de ajedrez, sino a los de juegos mucho más complejos, con muchas más combinaciones posibles, como el milenario go.

Esto recién empieza: el mundo está abierto a funcionalidades potentes como el reconocimiento de voz o de imágenes o la traducción, que ya se pueden usar en la nube. Incluso, es posible combinarlas para que una foto con un texto se traduzca a otro idioma o se agende si contiene una fecha y hora de un evento. Nadie puede predecir hasta dónde nos van a llevar estos desarrollos.

Las nuevas tecnologías, asentadas en la realidad cotidiana, producen un impacto rotundo en tres dimensiones: en los individuos, en la microeconomía y en el sistema económico global. Si nos centramos en cada una de ellas podemos analizar las consecuencias que produce en:

  • Las personas. Nuevas costumbres de comunicación y nuevas formas de relacionarse, entretenerse y trabajar. Los riesgos de la desaparición del trabajo que uno ejerce, las oportunidades nuevas.
  • Las organizaciones. Los cambios en las empresas y sus modelos de negocios, en las instituciones educativas y organizaciones en general. Los riesgos de la disrupción digital, las oportunidades de ser innovador.
  • El mercado. Gobiernos, bancos, sindicatos e incumbentes de diversas industrias ante la amenaza de nuevas reglas de juego que ponen en tela de juicio su rol, la recaudación de  impuestos, ingresos y demás (con casos testigo como Uber, AirBnB o Netflix).

 

Cambio y resiliencia

La palabra “tao”, difundida por el taoísmo, también se usa en el confucionismo, el budismo zen y la cultura china, con matices en cada caso. Puede traducirse como “el camino” o “la vía”, pero también como “el método” o “la doctrina”.

El concepto se basa en aceptar que la única constante en el universo es el cambio y que debemos aceptar este hecho y estar en armonía con ello. En consonancia, la Real Academia Española define “resiliencia” como “la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”. 

Seth Godin, uno de los teóricos del marketing más reconocidos del mundo, expone que la mayoría de las veces, construimos nuestros trabajos, nuestras organizaciones y hasta nuestras vidas alrededor del hoy, basados en el supuesto de que mañana va a ser muy parecido. Sin embargo, un mundo loco tiende a volverse más loco. La Tierra se recalienta cada vez más rápido y la velocidad y el impacto económico de los desastres naturales crecen de manera exponencial. De ahí la necesidad de resiliencia. Una ciudad no se puede paralizar, aún cuando hubiese sido “sorprendida” por un atentado terrorista, un terremoto, una inundación o un huracán. Lo simple se vuelve complejo y lo complejo imposible. Por lo tanto, es fundamental estar liviano y ser flexible.

 

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Seguramente, si una empresa de turismo deja de vender únicamente paquetes tradicionales y ofrece, por ejemplo, tours complejos que requieren de un especialista que conoce el terreno, seguirá gozando de buena salud o, al menos, alargará su supervivencia.

Blockbuster podría haber mutado si hubiese advertido a tiempo que debía convertirse en Netflix, porque el mundo iba del DVD a la transmisión de contenidos en tiempo real por internet (streaming de video). Muchas veces se trata de entender en qué negocio se está.

Blockbuster, basado en la eficiencia de la circulación del medio de almacenamiento (DVD), se dedicaba en realidad a facilitar el entretenimiento, que migraba hacia un acceso distinto, a un valor agregado cuyo diferencial es el acceso on demand y, en particular, la capacidad de ofrecer a cada usuario el contenido más adecuado a su historia y su perfil de consumo.

Es imprescindible ofrecer servicios de valor agregado que no se consigan con un simple clic hecho desde una página web o desde la pantalla del móvil. Porque bien dice Google: “todos estamos a un clic de perder el cliente”.Como le hubiese pasado a su buscador si se hubiera relajado y hoy todos usáramos Bing. Pero, su capacidad de innovación no se detuvo. Incorporó funcionalidades (respuesta instantánea, agregado de resultados de mapas y videos con la compra de Youtube, informaciones específicas como horarios y estado de vuelos, hora en distintos lugares, conversiones de pesos y medidas, de monedas y una enérgica carrera por desarrollar más y más servicios), siempre buscando el moonshot, el proyecto que una y otra vez nos deje con la boca abierta, entendiendo por adelantado que íbamos a la experiencia móvil y que ahora nos dirigimos hacia la shockeante inclusión de la inteligencia artificial en todo.

Google se salvó así de formar parte del grupo de empresas que integran Kodak, Nokia, BlackBerry y tantas otras que descansan en paz.

Tanto estas amenazas que representan los nuevos modelos de negocios comola resistencia al cambio por parte de quienes se ven amenazados, son cuestiones tan antiguas, como el desarrollo tecnológico mismo

Estos cambios no son ataques en particular a un segmento en particular, sino la descripción de una realidad, tan válida para las agencias de viajes, taxis y hoteles, como para, por citar otro ejemplo, las inmobiliarias. Todos estamos obligados a repensarnos.

¿Cómo repensamos nuestros lugares y procesos de trabajo con las nuestras tecnologías?

 

 

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