Las regulaciones nunca fueron efectivas para abarcar la innovación. La velocidad a que se piensan y se escriben las leyes prácticamente no tiene comparación con el vértigo con que la industria tecnológica anuncia sus novedades. Así, cada nuevo avance en movilidad, intercambio de datos por vías electrónicas, computación en la nube, inteligencia artificial, blockchain, internet de las cosas, redes sociales o cualquier otra herramienta tecnológica de punta que modifique la forma en como vivimos, nos relacionamos y hacemos negocios produce, en simultáneo con su aparición y con los primeros usos, vacíos legales, huecos normativos, grises regulatorios.
Todo cambió con la pandemia
Burocracias, conflictos de intereses, poderes en pugna, actores que basan sus negocios en antiguos modelos y hasta muchas veces temores sociales son algunas de las barreras artificiales que, hasta la llegada del Covid-19, detuvieron modelos regulatorios adaptados a una vida digital. Todo cambió con la pandemia. La tecnología se volvió una aliada esencial para combatir las restricciones propias que el coronavirus impuso en la agenda cotidiana y no solo en el apoyo que brindan conceptos como inteligencia, big data y ciencia de datos “en la trinchera” para prevenir contagios, seguir los casos de manera pormenorizada, analizar patrones y hasta –y fundamentalmente- investigar las potenciales curas.
Se trata también de cómo las herramientas en la nube están jugando un rol clave para mitigar los impactos colaterales que trajo la pandemia: el económico (muchas empresas pueden seguir funcionando gracias al teletrabajo, que se convirtió en una herramienta esencial para garantizar la continuidad de innumerables negocios), el educativo (las plataformas de aprendizaje digital están supliendo la imposibilidad de asistir a clases) y hasta social: las videollamadas, los juegos en línea y todas las herramientas de comunicación disponibles acercan a los familiares y amigos cuarentenados. En términos sanitarios, personas temerosas de acercarse a una guardia médica por la probabilidad de contagiarse descubrieron que son numerosas las consultas que se pueden hacer al doctor por vía virtual. Y hasta el Congreso de la Nación Argentina está buscando la forma de sesionar por vía digital.
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En todos los casos, la necesidad eliminó obstáculos que, de otra manera, hubieran permanecido por años. Ahora que muchas personas probaron el elixir de la vida digital –empleados, alumnos, ejecutivos-, sostener las barreras artificiales será, al menos, costoso.
Todavía es muy pronto para establecer el escenario global post-Covid-19. Sin embargo una cosa parece segura: habrá que establecer nuevas regulaciones para estos nuevos modelos de vida digital que se masificaron a partir de la pandemia.
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