Ocurrió de repente y obligó a tomar decisiones postergadas por años en términos de digitalización y trabajo a distancia. El Covid-19 se extendió por el mundo a ritmo de vértigo y motivó a numerosos gobiernos, independientemente de su ideología o de su estilo de liderazgo, a generar restricciones en el movimiento de las personas. Hashtags como #QuedateEnCasa (y sus múltiples versiones y traducciones) inundaron las redes sociales y de repente, la prioridad para muchas empresas ya no fue tener a todos sus ejecutivos sentados con vestimentas impecables en sus relucientes escritorios ni agendas de reuniones infinitas, sino algo mucho más sencillo y esencial: mantener la continuidad.
El proceso de evolución hacia el teletrabajo ya estaba en marcha en el mundo, aunque más lento de lo que cabría esperar si se consideran los beneficios potenciales (diversos estudios afirman que el home office incrementa la productividad de un equipo de trabajo hasta un 30% y representa un ahorro notable tanto para la empresa como para el trabajador) y el hecho de que las herramientas para llevarlo a cabo de manera eficiente, productiva y colaborativa ya están disponibles.
La urgencia llevó a que muchas empresas deban volcarse hacia el nuevo modelo de manera desprolija, “haciendo lo que se puede”. Sin embargo, todavía están a tiempo de armar una estrategia para que el pasaje sea sencillo, eficiente y lo más exento de errores posible. Por lo pronto, aquellas que aún no lo hayan hecho deben armar como primer paso un plan de comunicación que incluya pautas claras y responsabilidades de cada uno de los colaboradores.
Además, es recomendado determinar plazos de entrega, monitorear los avances y dar soporte cada vez que sea necesario. Quienes no están acostumbrados a trabajar en casa pueden sucumbir a las tentaciones cotidianas, desde la heladera hasta la cama pasando por Netflix.
Mantener un seguimiento frecuente aporta al equipo un apoyo que reemplaza el acompañamiento físico. Con todo esto en mente y sin perder de vista el objetivo, es posible otorgar más libertades que en el ámbito de oficina. Por ejemplo, no importa cómo esté vestido un colaborador siempre y cuando cumpla con sus tareas.
Y, por supuesto, el elemento clave: las herramientas tecnológicas. En este sentido, las de G Suite son 100% colaborativas: un equipo puede trabajar sobre un documento al mismo tiempo sin necesidad de que sus miembros estén en el mismo lugar con operatividad y productividad sin límites.
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Más allá de las medidas de emergencia relacionadas con la pandemia, es fundamental comenzar a dar los pasos correctos. Porque si bien el primer objetivo de muchas empresas a la hora de adoptar el teletrabajo fue sostener la continuidad, no tardarán en descubrir las innumerables ventajas de este modelo que, todo parece indicar, llegó para quedarse.
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